No es ya sólo que el Episcopado aspira a suplantar al gobierno en materias que, a sus exclusivas expensas, no son de su incumbencia; es que si se decide a traspasar las barreras de su competencia será para no salirse del círculo de su feligresía. Pero, por otro lado, ¿por qué obvia aviesamente el Episcopado las palabras de Cristo: "Dad al César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios"? ¿Por qué, con ostensible contumacia, esto no va con ellos y sí en cambio lo que en ningún texto evangélico aparece?
Así pues, está claro que las preocupaciones sociales de la Iglesia católica no son necesariamente ni de los cristianos ni de los creyentes. Los unos y los otros estarán comprometidos con Dios, pero ¿qué tienen que ver ambos y Dios con los doctrinarios?
Lo que sí hacen sin reposo los obispos es meterse en camisas de once varas, alboroto e injerencia pura. ¿Temen que si no están en el candelero a todas horas la sociedad les entierre poco a poco?
Claro es que lo medios tienen buena culpa de estas desmesuras episcopales. Si ciñesen cada noticia relacionada con los obispos a un recuadro de última página, los obispos acabarían siendo ignorados mucho antes de lo que al final y de todos modos habrán de serlo en esta sociedad...
Sociedad que quizá camine desbocada, pero es preferible eso (ya se atemperará cuando toque fondo el postfranquismo) a que se anquilose con plamplinas (como esclerotizada estuvo y lo estaría si ellos gobernasen entre bastidores como hicieron con el dictador). Y eso es lo que intenta la estúpida, sesgada y enfermiza filosofía social de los obispos, y en general su Iglesia; filosofía que nada tiene que ver con las prenociones que quizá inspire al hombre Dios (para quien crea en El y su naturaleza antropomórfica), ni con las consoladoras enseñanzas de Cristo. Pero es que menos encaja con la naturaleza de las cosas y de las personas, y mucho menos en los tiempos que vivimos...
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