Lo 'rematan' con la puntilla (puñal) de 10 cms. con lo que intentan seccionarle la médula espinal, a la altura de las vértebras 'atlas' y 'axis'. El toro queda así paralizado, sin poder siquiera realizar movimientos con los músculos respiratorios, por lo que muere por asfixia, muchas veces ahogado en su propia sangre, que le sale a borbotones por la boca y la nariz.
Después de que le destrocen las vértebras, el toro pierde el control sobre su cuerpo desde el cuello hacia abajo; sin embargo, hacia arriba se mantiene intacto, por lo que está consciente de cuando se le cortan el rabo, las orejas y los testículos, así como de cuando es arrastrado fuera del ruedo. Estos serán, pues, sus últimos segundos de vida. Sus últimos y tan deseados segundos que pondrán fin a tanto sufrimiento y dolor.
Después de su asesinato, el animal pasa directamente a una sala de desolle, dónde es descuartizado a fin de, al día siguiente, vender sus carnes a precio de oro, argumentando que proceden de la res que toreó algún asesino famoso.
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