Amanecen temprano, mucho antes de lo que deberían despertarse si fueran a la escuela. A cielo abierto en las fincas, o bajo los techos de chapa de los galpones, sus manos, por más pequeñas que sean, hacen el mismo trabajo que las de los adultos: cortan y deschalan cabezas de ajo durante jornadas de más de 12 horas. Según pudo comprobar Página/12 en una recorrida por las chacras y los lugares de reclutamiento de trabajadores, son cientos de niños y niñas de entre cuatro y quince años –no hay cifras exactas y actuales– los que se convierten en uno de los motores de la producción rural en Mendoza. El trabajo infantil, la reducción a la servidumbre de familias enteras, la violación a la Ley de Migraciones y la trata de personas son los ejes de la denuncia que hoy presentará la Cooperativa La Alameda –una organización que lucha contra el trabajo esclavo– y la Liga Argentina por los Derechos Humanos, ante el Ministerio de Trabajo de la Nación, en el marco de una movilización, a las 16, y ante la Justicia federal de Mendoza.
La denuncia va acompañada de un video filmado por los integrantes de la cooperativa mediante una cámara oculta, donde se registran escenas de reclutamiento de familias con niños, el traslado y el trabajo de adultos y niños en las fincas, además del testimonio de algunas de las víctimas. Página/12 también recorrió esos lugares hasta donde parecen no llegar los ojos de los inspectores de la provincia ni de los gremios que deberían proteger a los trabajadores.
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