Hay también un millón y medio de libertos, antiguos esclavos que no poseen todos los derechos, casi la mitad de una población total de 3.365.000 habitantes.
Yahiya Uld Brahim es --mejor dicho, era-- uno de los últimos esclavos mauritanos. Se escapó hace 10 años. "Vivía con mis padres, esclavos por ascendencia. Vino el dueño a buscarme, fui separado de ellos y de mis hermanos, y me puso a trabajar como granjero esclavo. Hacía también todos los trabajos de la casa, pintar, cocinar... Nunca cobré nada. El salario no existe en nuestra realidad. No tenía derecho a nada", explica Brahim, que era víctima, además, de castigos corporales. "Una vez se me perdió un cordero, el dueño se dio cuenta y me pegó". Esa fue la gota que colmó el vaso de la paciencia y Brahim huyó. "No recuerdo cuántos años pasé así. Solo recuerdo que huí en 1999", dice con despreocupación, la mirada perdida
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