Por aquí no pasan trenes.
Ni un maldito tren por esta vieja estación.
Carcomidas las aceras.
La carcoma de las noches oxidadas
entre luces de luciérnagas.
Por allí pasando trenes.
Benditos trenes de Gloria y de Salvación.
Ondeando las banderas.
Señales al viento siempre iluminadas
entre luces de mil linternas.
Por aquí no pasan trenes.
Ni brisa, ni niebla.
Ninguna sensación.
Pasajeras las esperas.
Paseando entre horas y horas
atrapadas entre luces por siempre ciegas.
Y por allí pasando trenes.
Desde tu puesto, un sinónimo.
Desde mi puesto un vasto prado,
propagado y retenido por la retina de los siglos.
Colores ocre, verde claro.
Más allá de lo más lejano: Horizonte.
Barbilampiños los postes
cadenciosos y plantados en la tierra.
Cadenciosa y solitaria compañía
a unas vías que, calladas,
atraviesan los tímpanos de ciento seis campesinos.
Ciento cuatro campesinos recostados
sobre los márgenes del vasto prado dorado
(y verde claro)
Joan Tristany
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