miércoles, 16 de marzo de 2011

¡Nucleares no!

¡Nucleares; ni en Castilla ni en ninguna parte!



La tragedia que sufre el pueblo japonés con el que, en primer lugar, queremos solidarizarnos, ha reabierto el debate acerca del modelo energético. Lo acontecido en la planta de Fukushima ha desencadenado una cascada de declaraciones sobre el funcionamiento de las centrales; en nuestro caso concreto, en el Estado español las autoridades han salido a la palestra para intentar hacer notar las diferencias entre la actividad sísmica peninsular y la japonesa, garantizando que sus plantas funcionan a la perfección y que son seguras. Ni tanto ni tan calvo, las centrales de Ascó y Vandellós han sufrido accidentes de “pequeño calibre” como fugas tóxicas, y algunas de ellas han sido “asaltadas” por militantes ecologistas, lo que demuestra la facilidad para acceder a las instalaciones de personal no autorizado. El reactor de Garoña, por cierto, es de similar antigüedad y tipo que los que han volado en Fukushima; tiene el dudoso honor de ser -junto con el de la central de Cofrentes- la única central nuclear de toda la Unión Europea que usa la misma tecnología que utilizaba Fukushima (reactores nucleares de agua en ebullición), además, ya lleva 40 años funcionando y el Gobierno de Zapatero amplió su vida útil varios años más.

La situación es realmente complicada para el pueblo japonés, que se enfrenta a las consecuencias de un terremoto de gran magnitud, el posterior tsunami, el pánico nuclear y ahora también a losdebidos al influjo de “los mercados”. Como siempre, en lo referido a la cuestión nuclear, la información ha quedado marcada por el secretismo hasta que la evidencia ha hecho imposible seguir manteniendo la supuesta normalidad ambiental. Al principio todo fueron palabras de tranquilidad; pocas horas después de que se explicase desde el Foro Nuclear Español que el asunto estaba controlado, se evacuaba a la población y la nube tóxica empezaba a extenderse: las partículas nucleares están cayendo ya sobre Tokio. Las últimas declaraciones hechas desde Bruselas hablan, nada más y nada menos que de que se está produciendo una situación apocalíptica.